Cada vez más cerca de concluir este reto de escritura hoy les comparto dos relatos y en uno de ellos utilizo un cuadro de mi autoría para ilustrar #InkToberVejez.
#WriToberNiño
Microrrelatos
Pablo
se esfumó del área de juegos del parque, lo primero que se pensó
fue que estaba perdido en el bosque, tal vez se alejó siguiendo
alguna mariposa o insecto, el pueblo siempre fue tranquilo y era impensado
creer que hubiera sido raptado. Lo buscaron por días sin obtener
resultados, era como si la tierra se lo hubiera tragado. Un par de semanas
después fue Martina la pequeña jugaba en el arenero con sus baldes y moldes,
recuerdo muy bien que estábamos haciendo un castillo juntos, pero de pronto había
desaparecido, solo me había alejado para buscar el paquete de galletitas,
fueron unos segundos... ¿Dónde estaba? Nadie evapora así de la nada. El terror
y la desconfianza invadió el pueblo, una verdadera caza de brujas se desató,
cada habitante era un potencial sospechoso. Llegaron a la conclusión que el
parque ya no era seguro para los niños, lo vallaron con maderas y mucho alambre
de púas, con el tiempo la maleza fue creciendo, los juegos oxidándose y aquel
lugar que era alegre se transformó en un sitio sombrío. Cada mañana miraba
desde mi ventana los juegos. Al atardecer cuando volvía del colegio me quedaba
largo rato mirando, extrañaba poder jugar allí.
De
pronto un chistido que provenía del interior del parque me
sorprendió, cuando miré vi que en el arenero estaban Pablo y Martina,
habían vuelto, estaba muy feliz, trepé la valla e ingresé corriendo hasta donde
ellos se encontraban.
—Sus
papás se van a estar felices cuando sepan que han regresado, ¿dónde estuvieron
todo este tiempo? —Les pregunté, ellos se miraron y luego de encogerse de
hombros Pablo respondió.
—Aquí, estamos jugando ¿quieres unirte?
Solté
mi mochila, y me acuclillé para tomar el balde. Los gritos de mi mamá podían
escucharse desde la otra acera.
—Mateo,
¡sal ya mismo de ahí!
—Mamá,
Pablo y Martina volvieron, ¡mira estoy jugando con ellos!
—En ese momento la tierra debajo de mis pies se abrió y comencé a caer.
Algunos envidian lo que hago, otros me temen, y
los menos me esperan... Y ahí justamente, es a donde quiero ir.
***
Aquel sujeto por momentos llegaba a
desconcentrarme, llamaba una y otra vez, y eso es muy molesto trataba de
ignorarlo, pero a las pocas horas estaba ahí nuevamente insistiendo. Ya cansado
de esa situación decidí darle punto final al asunto. En definitiva, tarde o
temprano tendría que hacerme cargo de él.
Ese lugar era oscuro, olía a peste, gritos,
gemidos y súplicas resonaban dentro de aquellas paredes, ya había estado ahí
muchas veces... demasiadas y más seguido de lo que quisiera, pero
como les dije es mi trabajo, si bien no lo busqué es para el cual mi jefe me
eligió.
Ingresé buscando entre los presentes aquel
sujeto que me llamaba con tanta insistencia, baje varios pisos de aquella
mazmorra hasta que llegué a él. Me estaba esperando, sonrió al verme. Sucio,
flaco lleno de golpes y con dos pesados grilletes cuyas cadenas se sujetaban a
la pared, sus lentes estaban rotos y se mantenían adheridos con una precaria
reparación.
—Bueno, aquí me tienes —dije fastidiado.
—¡Gracias Dios! la Muerte ha escuchado mis
súplicas, llévame por favor no tolero más las torturas a las que me
somete el carcelero. He robado, es verdad, pero solo pan, mi familia que moría
de hambre.
Sabía que no mentía. Miré mis registros y ahí
estaba el nombre de Mohamed. La puerta se abrió e ingresó el carcelero para
azotarlo una vez más. Decidí que terminaría con esto, y así lo hice.
Cuando el guardia cayó fulminado, tomé su alma y también la del viejo, la cual
dejé en el otro cuerpo.
—Vete, eres libre, no desaproveches esta oportunidad. Te buscaré en
setenta años. Y espero no sea nuevamente aquí.
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