#WriTober reto días 20/21/22 #Writobervoces #WriToberdoblecara #WriToberMaldición

 Continuamos con el reto de escritura #WriTober cada día estamos más cerca de concluirlo. Hoy le toca el turno a:

#WriToberVoces Microrrelatos



Lily G. Rafferty

Los habitantes del pueblo nos advirtieron de todo lo que ocurría allí, y nos desaconsejaron visitarlo, pensamos que se trataría de las típicas supersticiones de un pueblo del interior.

Éramos Cuatro amigos que soñábamos con ser Youtubers famosos, este sería nuestro primer video del canal, a pesar del miedo y las advertencias partimos.

A medida que recorríamos los diferentes pisos del colegio, nos daba la impresión de que en algunos de sus salones las clases no habían concluido, murmullos parecían alejarse ante nuestra presencia, pero que en parte estaban atentos a nuestros movimientos dentro de aquel edificio.

Voces de niños acompañaban los pasos que atravesaban de un extremo a otro los corredores, no se sentían como si jugaran, era más bien como si huyeran de algo o de alguien, se escondían.

Una tormenta, se había desatado fuera, y lo hacía sentir más encantado al lugar.

Entramos al antiguo salón de música, un viejo y destartalado piano se encontraba en medio de este, decidimos que nos quedaríamos ahí hasta que la lluvia cesara.

Curiosos por lo que hubiéramos podido captar empezamos a ver las fotos de la cámara digital, nuestras sensaciones se confirmaron cuando pudimos ver que en varias, algo parecido a la figura de una joven se desplazaba por varios de los salones, lo inquietante fue que en cada una de las fotos se la notaba más y más cerca a medida que íbamos corriendo las imágenes, en la última estaba en primer plano mirando a la cámara. Los cuatro gritamos al unísono, en ese momento nuevamente las voces de los niños comenzaron a escucharse a nuestro alrededor, como si alguien nos hablara al oído, escuchamos:

—Corran, rápido ella viene, hicieron enojar a la maestra. —Inmediatamente la puerta del salón se abrió golpeando esta contra la pared, Tomamos nuestras cosas y huimos de allí lo más rápido posible.

Cuando nos encontrábamos a varios metros del colegio empapados a causa de la lluvia, un rayo cayó cerca de él, en ese momento la luz hizo que la pudiéramos ver, la maestra estaba parada frente a la ventana mirando hacia nosotros.

 #WriToberDosCaras (microrrelatos)



Lily G. Rafferty

 

Un día más, que agobio estoy harta de ver sus caras, escuchar sus dramas, ya no los soporto. Son demasiados... Si hago un pequeño recorte nadie lo notaría, además para muchos sería un alivio y para mí un desahogo.

Miseria y desesperación, locura y más locura es todo lo que me rodea, sigo caminando por los mismos pasillos día tras día, allí están, algunos deambulan sin sentido, y otros simplemente se evaden, sentados en sus sillas mirando hacia la nada, no sé cual me exaspera más de todos ellos, si el que habla mucho o aquel que ni siquiera te dirige la palabra. Al principio amaba este trabajo, me apasionaba el tratar de sumergirme en el intrincando y oscuro mundo de la locura, poder ingresar a los recovecos del cerebro humano.

Luego de treinta años de trabajo, estoy aburrida y hastiada.

—Hola, Anita, buen día corazón ¿hay algo interesante en el horizonte esta mañana? —La mujer no me habla, está allí con sus ojos fijos hacia los árboles del parque, hace meses que nadie la visita, y claro quien querría visitar a un vegetal que tiene su cerebro frito por tanta medicación. Hacerlo sería muy sencillo y además para su hijo sería un gasto menos.

—Vamos a dar un paseo con Anita, el día está muy bonito, tomar un poco de sol va a hacerle bien luego la llevo a su cuarto, tú si quieres ve y toma tu descanso. —La enfermera sonríe aliviada y se retira. Por mi cabeza empiezan a cruzarse muchas ideas, puedo terminar con ella de diferentes formas, elijo a adecuada y regresamos.

Hoy ella, Mañana... Luego tú... Los miro uno a uno pasando lista en mi mente. Entramos al cuarto, Rosa viene detrás de mí.

—¿La ayudo doctora?

—Sí, vamos a dejarla en su cama, está cansada. —La enfermera me ayuda acostarla—. ¡Mi bella Anita! Ahora a descansar. —Rosa sonríe y se retira, entonces saco del bolsillo de mi bata una jeringa, un pequeño pinchazo y listo, aquella burbuja de aire hará su trabajo.

—Na na  na —tarareo. Ahora ¿quién sigue?

#WriToberMaldición Microrrelato



Lily G. Rafferty

 

En una fiesta de Halloween uno de mis amigos había contado una leyenda urbana sobre la formación 432.

Dicen que si tomas el último subte que va hacia el cementerio de la Chacarita, puedes toparte con esa formación maldita, si te subes encontrarás la muerte y tu alma estará por siempre allí atrapada. Recuerdo que me hizo mucha gracia cuando la escuche, no creo en maldiciones, bueno mejor dicho no creía.

Ese miércoles ingresé como siempre a la estación Facultad de medicina para volver a mi casa, había rendido un examen y estaba exhausto, me pareció extraño llegar al andén y encontrarlo desierto si bien era ya tarde, generalmente viajo con algunos estudiantes o personas que vuelven de trabajar, pero como digo no había una sola persona en ese andén además de mí. Un tanto aletargado me senté en uno de los bancos, y cerré mis ojos, un golpe en mi hombro me despertó, al mirar un hombre vestido de motorman me hablaba.

—¿Vas a abordar? La formación no puede detenerse mucho más. —Me pareció extraño, puesto que esta no era estación cabecera, pero al ver la hora me di cuenta de que ya era muy tarde, había dormido más de lo que creía y supuse que ese era el último servicio del día, le agradecí y subí al vagón.
Solo había cuatro personas dentro, me acomodé en un asiento pegado a la ventanilla y cerré mis ojos, podría descansar un poco más... Al bajarme en la última estación era imposible pasarme. A los minutos me percaté que no nos habíamos detenido en Callao... Tampoco lo hizo en las siguientes estaciones, cuando vi que nos aproximábamos a Dorrego, me levanté y empecé a caminar hacia la cabina del conductor. Tampoco se detuvo en esa.

—La próxima es la terminal debería detenerse sí o sí. —Pero... no lo hizo, furioso abrí la puerta de la cabina e increpé al conductor.

—Escúcheme, quiero bajarme, ¿por qué no se detuvo en Federico Lacroze? Es el final del recorrido.

Él, luego de mirarme unos segundos dijo:

—Muchacho estas en la formación 432. No hay última estación.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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