Continuamos con el reto de escritura #WriTober cada día estamos más cerca de concluirlo. Hoy le toca el turno a:
#WriToberVoces Microrrelatos
Lily G. Rafferty
Los habitantes del pueblo nos
advirtieron de todo lo que ocurría allí, y nos desaconsejaron visitarlo,
pensamos que se trataría de las típicas supersticiones de un pueblo del
interior.
Éramos Cuatro amigos que
soñábamos con ser Youtubers famosos, este sería nuestro primer video del canal,
a pesar del miedo y las advertencias partimos.
A medida que recorríamos los
diferentes pisos del colegio, nos daba la impresión de que en algunos de sus
salones las clases no habían concluido, murmullos parecían alejarse ante
nuestra presencia, pero que en parte estaban atentos a nuestros movimientos
dentro de aquel edificio.
Voces de niños acompañaban los
pasos que atravesaban de un extremo a otro los corredores, no se sentían como
si jugaran, era más bien como si huyeran de algo o de alguien, se escondían.
Una tormenta, se había desatado
fuera, y lo hacía sentir más encantado al lugar.
Entramos al antiguo salón de
música, un viejo y destartalado piano se encontraba en medio de este, decidimos
que nos quedaríamos ahí hasta que la lluvia cesara.
Curiosos por lo que hubiéramos
podido captar empezamos a ver las fotos de la cámara digital, nuestras
sensaciones se confirmaron cuando pudimos ver que en varias, algo parecido a la
figura de una joven se desplazaba por varios de los salones, lo inquietante fue
que en cada una de las fotos se la notaba más y más cerca a medida que íbamos
corriendo las imágenes, en la última estaba en primer plano mirando a la
cámara. Los cuatro gritamos al unísono, en ese momento nuevamente las voces de
los niños comenzaron a escucharse a nuestro alrededor, como si alguien nos
hablara al oído, escuchamos:
—Corran, rápido ella viene,
hicieron enojar a la maestra. —Inmediatamente la puerta del salón se abrió golpeando
esta contra la pared, Tomamos nuestras cosas y huimos de allí lo más rápido posible.
Cuando nos encontrábamos a varios
metros del colegio empapados a causa de la lluvia, un rayo cayó cerca de él, en
ese momento la luz hizo que la pudiéramos ver, la maestra estaba parada frente
a la ventana mirando hacia nosotros.
Lily G. Rafferty
Un
día más, que agobio estoy harta de ver sus caras, escuchar sus dramas, ya no
los soporto. Son demasiados... Si hago un pequeño recorte nadie lo notaría,
además para muchos sería un alivio y para mí un desahogo.
Miseria
y desesperación, locura y más locura es todo lo que me rodea, sigo caminando
por los mismos pasillos día tras día, allí están, algunos deambulan sin
sentido, y otros simplemente se evaden, sentados en sus sillas mirando hacia la
nada, no sé cual me exaspera más
de todos ellos, si el que habla mucho o aquel que ni siquiera te dirige la
palabra. Al principio amaba este trabajo, me apasionaba el tratar de sumergirme
en el intrincando y oscuro mundo de la locura, poder ingresar a los recovecos
del cerebro humano.
Luego
de treinta años de trabajo, estoy aburrida y hastiada.
—Hola,
Anita, buen día corazón ¿hay algo interesante en el horizonte esta mañana? —La
mujer no me habla, está allí con sus ojos fijos hacia los árboles del parque,
hace meses que nadie la visita, y claro quien querría visitar a un vegetal que
tiene su cerebro frito por tanta medicación. Hacerlo sería muy sencillo y
además para su hijo sería un gasto menos.
—Vamos
a dar un paseo con Anita, el día está muy bonito, tomar un poco de sol va a
hacerle bien luego la llevo a su cuarto, tú si quieres ve y toma tu descanso.
—La enfermera sonríe aliviada y se retira. Por mi cabeza empiezan a cruzarse
muchas ideas, puedo terminar con ella de diferentes formas, elijo a adecuada y
regresamos.
Hoy
ella, Mañana... Luego tú... Los miro uno a uno pasando lista en mi mente.
Entramos al cuarto, Rosa viene detrás de mí.
—¿La
ayudo doctora?
—Sí,
vamos a dejarla en su cama, está cansada. —La enfermera me ayuda acostarla—.
¡Mi bella Anita! Ahora a descansar. —Rosa sonríe y se retira, entonces saco del
bolsillo de mi bata una jeringa, un pequeño pinchazo y listo, aquella burbuja
de aire hará su trabajo.
—Na
na ná na —tarareo. Ahora
¿quién sigue?
#WriToberMaldición Microrrelato
Lily G.
Rafferty
En
una fiesta de Halloween uno de mis amigos había contado una leyenda urbana
sobre la formación 432.
Dicen
que si tomas el último subte que va hacia el cementerio de la Chacarita, puedes
toparte con esa formación maldita, si te subes encontrarás la muerte y tu alma
estará por siempre allí atrapada. Recuerdo que me hizo mucha gracia cuando la
escuche, no creo en maldiciones, bueno mejor dicho no creía.
Ese
miércoles ingresé como siempre a la estación Facultad de medicina para volver a
mi casa, había rendido un examen y estaba exhausto, me pareció extraño llegar
al andén y encontrarlo desierto si bien era ya tarde, generalmente
viajo con algunos estudiantes o personas que vuelven de trabajar, pero como
digo no había una sola persona en ese andén además de mí. Un tanto aletargado
me senté en uno de los bancos, y cerré mis ojos, un golpe en mi hombro me
despertó, al mirar un hombre vestido de motorman me
hablaba.
—¿Vas
a abordar? La formación no puede detenerse mucho más. —Me pareció extraño,
puesto que esta no era estación cabecera, pero al ver la hora me di
cuenta de que ya era muy tarde, había dormido más de lo que
creía y supuse que ese era el último servicio del día, le agradecí y subí al
vagón.
Solo había cuatro personas dentro, me acomodé en
un asiento pegado a la ventanilla y cerré mis ojos, podría descansar un poco
más... Al bajarme en la última estación era imposible pasarme. A los minutos me
percaté que no nos habíamos detenido en Callao... Tampoco lo hizo en las
siguientes estaciones, cuando vi que nos aproximábamos a Dorrego, me
levanté y empecé a caminar hacia la cabina del conductor. Tampoco se detuvo en
esa.
—La
próxima es la terminal debería detenerse sí o sí. —Pero... no lo hizo, furioso
abrí la puerta de la cabina e increpé al conductor.
—Escúcheme,
quiero bajarme, ¿por qué no se detuvo en Federico Lacroze? Es el final del recorrido.
Él,
luego de mirarme unos segundos dijo:
—Muchacho
estas en la formación 432. No hay última estación.
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