Hoy voy a compartirles dos relatos. Corresponden a los días 6 y 7 del Reto WriTober.
Imagen: crédito al artista plástico Daniel Hooper.#WriToberÁrbol
(Microrrelas-Concepto)
Lily G. Rafferty
Un anciano le cuenta la
historia a un grupo de niños, sentados alrededor de una hoguera, y yo lo
escucho, desde dónde me encuentro.
«A la salida del pueblo, muy pegado al barranco se
encuentra el árbol del colgado, muchas leyendas hay sobre lo que pasó
aquel día, si bien el relato ha cambiado
conforme pasan los años, todos coinciden en que nunca deben pasar por allí
cuando hay luna llena, porque es el momento en el cual la imagen del colgado se
hará presente, para recordarnos su
trunca historia de amor, allí desde la rama más alta del viejo Jacarandá una
noche de febrero, Facundo Reyes se quitó la vida, al no soportar ver como la
mujer que amaba era desposada con otro».
«Con Amanda vivían un amor a escondidas, como si fueran «Romeo y Julieta», todas las tardes
se escapaban para verse bajo la sobra de aquel árbol, el cual fue testigo de su
profundo amor, y que no pudo prosperar debido a un matrimonio arreglado. Cegado
por el dolor de perder su otra mitad, decidió acabar con su sufrimiento,
colgándose de aquel árbol a la vera del camino, dicen los que recuerdan que
aquel día, Amanda y su flamante esposo pasaron por ahí cuando salían rumbo a su
nueva casa en la ciudad, aquella imagen perturbó tanto a la joven, que una
semana más tarde volvió aquel lugar y de la misma manera se mató, cuando
encontraron su cuerpo al día siguiente, el viejo jacarandá estaba repleto de
flores azules a pesar de no ser época de floración, las cuales representaban
cada una de las lágrimas que había
derramado».
Cada vez que sale la luna, estoy tentada a ir allí, para
ver si realmente puedo verlo, porque desde aquella noche del mes de febrero lo
sigo buscando tanto aquí como en el infierno.
Fausto un compañero de trabajo, me comentó de un lugar donde hacen muñecas personalizadas, si llevas una foto harán una réplica exacta de la persona.
Aquella
muñeca me dejó sin habla al verla, no solo por el parecido con mi hija, sino
también porque la acompañaba un pequeño violín, Ángeles toca desde muy pequeña,
tiene un talento inigualable para su edad.
—Le
voy a dar una recomendación, mis muñecas son especiales, puede sacarla de su
vitrina, pero no debe olvidar guardarla al ir a dormir —me advirtió.
—¿Eso
por qué? ¿Es tan frágil, o se ensucia con facilidad? Pues supongo puede
limpiarse, además es una muñeca, para qué le regalaría una a mi hija si no
puede jugar con ella.
—La
niña puede jugar, solo debe recordar guardarla todas las noches.
«¡Qué maniático!», pensé. Me fui de allí con la muñeca, sentí
que ese era el regalo ideal para mi princesa.
***
Saltó
de felicidad al verla, sus ojos brillaron, la abrazó fuertemente mientras
decía:
—¡Es
igual a mí, pero un poco mayor, seguro así me veré en unos años cuando cumpla
quince! ¡Gracias, papá, eres el mejor!
Me
dio un ruidoso beso en la mejilla, y salió corriendo directo a su dormitorio,
tomó su violín y comenzó a tocarlo, había colocado la muñeca en la repisa,
cuando me acerque a escucharla tocar, me pareció ver que desde allí sonreía,
pero inmediatamente lo descarte por considerarlo una locura.
***
A la
mañana siguiente, mientras tomaba café, recordé que no le había advertido que
debía guardar la muñeca, se me había pasado por alto completamente, extrañado,
que Ángeles aún no se hubiere levantado, temí que llegase tarde al colegio. Fui
hasta su cuarto para despertarla, ya que seguramente la encontraría dormida.
Al
entrar la vi, noté que su cabello había cambiado era azul, y sus manos las
cuales sostenían el violín, eran iguales a las de aquella muñeca, de la cual ya
solo quedaba su vestido junto al pequeño instrumento tirado en el suelo.
Confundido
pregunté—. ¿Ángeles, qué ocurre aquí? —Ella me miró y dijo:
—Ángeles,
se fue... Papá.
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