La niebla
Hoy tanto tiempo después, no logro encontrar una explicación a lo que ocurrió aquella noche, en la ruta 51 camino a San Antonio de Areco.
Habíamos manejado muchas horas
sin parar, y la noche nos tomó lejos de
nuestro destino, una neblina espesa que casi no permitía ver más allá del
alcance de nuestros focos nos hizo detenernos a un costado de la banquina, junto a lo que parecía una sequía, intentamos
estacionar lo más lejos de la ruta sin ingresar al camino de tierra demasiado,
pero lo suficiente para no arriesgarnos que algún otro vehículo nos embistiera,
encendimos las balizas y nos resignamos
a pasar ahí la noche. Los chicos se
habían quedado dormidos hacía rato, producto del movimiento del propio andar, si
bien Lucas mi hijo mayor había estado más atento a todo lo que veía a través de
la ventanilla, y nos relataba cuantas vacas había podido ver y se emocionaba
con los caballos de los campos aledaños, cuando la oscuridad se hizo cerrada no
pudo resistirse y, terminó dormido igual que su pequeña hermana Julia, de un
año.
De pronto pudimos observar un
pequeño destello de luz que provenía entre los árboles, no lo niego me
aterroricé, en ese momento Esteban intentó calmarme diciendo que seguramente era
un vehículo que se acercaba, cuando la luz estuvo más cerca me tranquilicé al
ver que eran dos baqueanos a caballo los cuales traían consigo un farol, uno de
ellos muy amablemente se quitó el sombrero, y nos preguntó si necesitábamos
algo, mi esposo bajo la ventanilla de mi lado para poder hablar con aquel caballero,
le explicó que la niebla nos impedía avanzar y por precaución decidimos
detenernos, ya que viajábamos con nuestros hijos pequeños, el hombre muy amable
nos invitó a ingresar a la finca que se encontraba a pocos metros de ahí, si
bien al principio dudamos, sentimos que era mejor que pasar la noche al costado
de la ruta, le agradecimos y condujimos detrás de los caballos algo más de
seiscientos metros hasta una tranquera que se encontraba abierta. Por suerte a
esa altura la niebla era menor y frente a nosotros pudimos observar una casona de
estilo colonial.
Estacionamos el automóvil bajamos a los chicos que continuaban dormidos,
el otro hombre que acompañaba tomó los caballos de las riendas y se dirigió hacia
el interior de la finca.
Cuando atravesamos la puerta que
daba ingreso a la casa, una sensación extraña se apoderó de nosotros, el lugar se
sentía frío y la iluminación que solo provenía de velas ubicadas en candelabros
dispersos por toda la sala, terminó de inquietarnos. Fue en ese instante en el
que sentí un profundo impulso, quería salir y alejarme de la casa, pero Esteban
me tomó del brazo y buscando una respuesta racional, me explico que estábamos
en medio de la nada, en el campo, y por lo tanto es muy común que la gente
utilice velas para iluminarse de noche, fue en ese momento en que una señora que
venía desde la cocina con una bandeja en sus manos, nos saludo y nos invitó a sentarnos
en la mesa para que pudiéramos comer algo, nos indico que podíamos recostar a
los niños en los grandes sillones que estaban en torno a la chimenea, así lo
hicimos y luego nos sentamos a comer, la mujer no volvió hablar mientras duró
la cena, solo el hombre y pocas ocasiones, lo primero que pensé es que era la
típica esposa sumisa que solo hablaba si el esposo así lo indicaba, porque
cuando le pregunté si vivían hace mucho tiempo en la propiedad ella levantó la vista del plato y miró al
esposo como pidiendo permiso para contestar, inmediatamente me disculpé, por
incomodarla, pero no recibí respuesta alguna por parte de ninguno de los dos, a
los pocos minutos el otro caballero que había ido a dejar los caballos ingresó,
y sin mirar hacia la mesa del comedor, se dispuso a subir las escaleras para perderse
apenas llegó al piso superior.
Cuando terminó la cena, aquel
matrimonio nos ofreció quedarnos en unos de los dormitorios que estaban en la
planta baja, pero yo de inmediato decliné la oferta y aduje que no queríamos continuar
importunando que dormiriamos en el auto y mañana temprano saldríamos. Les dimos
las gracias tomamos a los chicos que continuaban dormidos y salimos.
Al llegar al vehículo, Esteban me
reprochó que no aceptáramos quedarnos dentro de la casa, dejar toda la noche la
calefacción encendida y los focos terminaría agotando la batería, algo en esa
casa y por sobre todo en sus habitantes me inquietaba demasiado como para
dormir dentro.
A los pocos minutos las luces del
interior fueron apagándose una a una, y la casa quedó completamente a oscuras,
solo envuelta por el velo de la noche. Me abracé a Esteban y luego de unos
instantes nos quedamos profundamente dormidos.
El sol que comenzó a ingresar por
el parabirsas me hizo despertar, Lucas y
Julia también lo estaban, habíamos tenido una noche tranquila, cuando mi hijo me pidió ir al baño, Esteban me
dijo que porque no pedía a la gente de la finca nos permitiera llevar a los
chicos, así podría también cambiar a el pañal a la nena, la idea de volver a
ingresar no me seducía, pero terminé bajando del auto con ellos, el lugar se
veía distinto, los postigos estaban cerrados, no se escuchaba ningún sonido
proveniente del interior, lo primero que
pensé es que seguían durmiendo. Golpearía la puerta una vez, y si no recibía
respuesta no insistiría, me acerque a cargando a Julia y llevando a Lucas con
mi mano derecha, cuando estaba por
golpear escucho que Esteban me llama, doy vuelta para mirarlo, y puedo notar la
expresión de su cara, estaba pálido y señalando a la casa, lo único que me dijo fue,
vámonos ya de aquí, volví mi cabeza y la misma sensación de terror que había
sentido la noche anterior me invadió, cuando pude ver que la casa no estaba,
solo el frente se erigía en el terreno, se notaba que el resto de lo que alguna
vez fue estaba derrumbado hace mucho tiempo y solo quedaban algunas pocas
paredes de pie.
No podíamos creer lo que estaba
ocurriendo, ingresamos lo más rápido que pudimos al coche y nos alejamos sin
volver a mirar hacia atrás, y aún sin poder digerir los que acababa de pasar,
para nuestro espanto, cuando nos acercabamos a la ruta pudimos ver varios
patrulleros y el camión de bomberos los agentes intentaban sacar un vehículo debajo
del acoplado de un camión, el cual estaba en el mismo lugar donde nosotros la
noche anterior. Según nos informó el policía un hombre había detenido su auto
producto de la intensa niebla aparentemente, y que el camión lo embistió al
perder el control en la ruta debido a el cruce de dos caballos que se salieron
de la nada.
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