Estaciones, Relato corto de ficción

Estaciones.

Un nuevo cambio de estación se avecina, La gente pasea, los niños montan sus bicicletas y ríen, dos adolescentes llevan sus cañas de pescar rumbo al lago, este paisaje corta mi monotonía, mes a mes veo como llegan y se van desde la ventana del salón, sentado en este mismo sillón, el cual se ha transformado en mi espacio ideal para recluirme del resto de la casa que me rechaza, aún no logro tomar coraje y cruzar la puerta del cual fuera nuestro dormitorio, algo dentro de mí no está preparado para asumir la realidad.
Esta mañana bajaste como siempre, con tus zapatos en la mano, y te dirigiste a la cocina por un café, creo que te escuché llorar intenté acercarme a ti, pero me freno ver como estrellabas con furia la taza contra el piso. Hay tantas cosas que quisiera decirte... hoy veo que no es el momento.
Mientras enjugabas tus lágrimas con la mano, pude notar que aún llevas la alianza, no te la has quitado. Pasaste a mi lado, y puedo asegurar que rozaste mi mano antes de volver a subir las escaleras.
—Te amo Laura, Perdón no quise... —Dije mientras subías corriendo, y el sonido de puerta azotándose con fuerza, lo dijo todo.
***
Otoño, creo o al menos eso dicen las hojas que empiezan a cambiar de color a rojas en el roble pegado a la ventana. La lluvia llega y se quedará por un largo tiempo.
Tobías nuestro perro se sienta a mi lado, parece no molestarle que compartamos el sillón. Un día más que pasas a mi lado y te diriges a la cocina sin hablarme, pero hoy es distinto ya no llevas puesto el anillo de bodas, me pregunto «¿por qué te lo has quitado?».
—Debo irme de aquí...
Te escuche decir, parada frente a la isla de la cocina.
***
La nieve ha empezado acumularse en la ventana, algunos vidrios se han congelado, al igual que la casa, que permanece silenciosa y fría, la chimenea está apagada, no la encendiste, parece que el invierno decidió mudarse aquí dentro y hacerme compañía.
Sé que debería hacer algo, tal vez hoy deba subir y abrir la puerta, enfrentarme a lo que allí me espera y aceptarlo... pero no puedo aún no estoy preparado.
***
Las ocho de la mañana, el sonido de la llave, y la puerta abriéndose me traen de vuelta de mis pensamientos, te veo entrar sin cerrarla, con un ramo de fresias, caminas hasta la ventana y las apoyas sobre el dintel.
—Diez años han pasado desde que te has ido. Perdón por vender la casa, pero no puedo soportar más tu ausencia, todos los días creo verte sentado en el sillón junto a la ventana.
Mi mano que intenta tomar la tuya antes de que te fueras, solo la atraviesa.
—Te amo, —dijiste antes de salir.
Miro hacia afuera, y veo como le entregas las llaves al agente inmobiliario, justo antes de que este colgara un cartel de venta en el jardín. Todo se ha cubierto de flores nuevamente, primavera... creo que ha llegado el momento subir las escaleras, y abrir la puerta.
Imagen: israelbest

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