Cobarde, relato corto


Hola, mis queridos lectores, les quiero compartir este relato, que se llama. "Cobarde", el cual encontrarán en el libro "No lo esperas venir, relatos cortos de ficción, fantasía y suspenso" disponible en Kindle Amazon.
Cobarde.
Autora: Lily. G. Rafferty
Imagen: de Free-Photos de Pixabay 




Cobarde


La luz del subte empezaba a verse desde el interior del túnel, la gente se agolpaba en el andén para abordar el vagón, respire hondo antes de resignarme a subir, y esquivar los codazos de aquella señora regordeta que cargaba varias bolsas del mercado, haciéndose lugar para intentar ocupar un asiento libre. Fue en ese instante, cuando al ingresar el tiempo pareció detenerse, como si un agujero de gusano me hubiera transportado al pasado la vi, aquella chica de la facultad a quien nunca pude confesar mis sentimientos, y muy a pesar de que sabía que ella también sentía algo hacia mí, nunca fui capaz de dar ese paso, un poco por inseguridad, y otro poco creo, por hacerme el interesante, fui cobarde, ni siquiera ese día cuando había tomado valor, y decidido la fui a sorprender a su casa.
«¡Que mejor fecha para iniciar una historia de amor que Navidad!». —Me dije a mí mismo dándome ánimo frente al espejo, antes de salir.
Llegué, pero para mi sorpresa ella no estaba, su madre me informó que la podía encontrar en casa de un familiar, ellos se dirigían hacia allí, antes de que la cobardía se adueñara de mí, y me fuera como siempre lo hacía, me ofrecí a llevarlos. Todavía recuerdo su expresión de sorpresa al verme, de pronto sus ojos verdes se abrieron, una tímida y nerviosa sonrisa, se dibujó en su cara, estaba hermosa, parada en medio del jardín, las luces de las guirnaldas se reflejaban sobre ella, cuando pudo reaccionar me saludo con un tímido beso en mi mejilla y dijo:
—Feliz navidad, ¡que sorpresa! no esperaba verte y menos aquí.
—No quería dejar pasar este día, y hablar con vos, hace tiempo que intento decirte algo, pero nunca es el momento oportuno.
—Ven charlemos, la casa está algo alborotada hoy por las fiestas, pero aquí podemos conversar, ¿te parece?
Nos sentamos en unos sillones que estaban debajo de la glorieta, y hablamos sin parar durante horas, con cada frase intentaba decirle algo, pero no encontraba el momento porque a cada rato nos interrumpían, sus sobrinos y demás invitados que cada vez más, se agolpaban en el jardín. Un llamado desde casa me hizo dar cuenta que ya eran más de las diez de la noche, y debía irme, pero antes de retirarme la invité a pub del boulevard para festejar año nuevo, debo reconocer que no me sorprendió ver que eso era justamente lo que ella esperaba, quedamos en vernos luego de las doce.
Fiesta de fin de año, inolvidable como pocas, la gente estaba feliz de terminar un año caótico y juntaba esperanzas para el nuevo comienzo, me encontré con algunos compañeros de la facultad, entre cerveza y cerveza no paraba de mirar hacia la puerta, esperaba ansioso que ella llegara.
Pasada la una de la madrugada, fue cuando cometí el más grande error de mi vida, nunca debí mezclar tantas bebidas, los vapores del alcohol rápidamente se subieron a mi cabeza, y me dejaron completamente mareado, ya casi al borde de la inconsciencia me encontré besando a la pelirroja, que hacía rato con Rodrigo, le gritábamos desde el otro extremo del salón, una diminuta minifalda que dejaba ver de más, nos volvía locos, y parecíamos perros en celo. Por un instante me pareció ver a Lucy, pero la muchacha me tomo de la cara, me tiró sobre el sillón de cuero, luego de eso ya todo es historia.
Los años pasaron, y la vida siguió; me case con Ana, aquella pelirroja del bar unos meses después, porque luego de esa noche desenfrenada vinieron varias más, que nos encontró siendo padres antes llegar nuevamente año nuevo.
Hoy luego de tantos años, dos hijos ya casi adultos terminando la facultad, y con un matrimonio roto, infeliz al cual de apoco le fue ganando la rutina, mi trabajo y la economía, me pregunto: ¿qué hubiera pasado si Lucy, llegaba esa noche al pub?
La señora de las bolsas logró sentarse en el primer asiento pegado a la salida opuesta del vagón, justo al lado de ella, que seguía inmersa en su lectura.
Estaba igual, parecía que los años no hubieran pasado, como si un hechizo de eterna juventud la envolviera, y le permitiera mantenerse joven por siempre, o simplemente tal vez, solo era mi mente que se negaba a olvidarla, y presentaba ante mí un cruel espejismo.
—Disculpe ¿podría darme el asiento?
La voz de una anciana, me trajo de regreso de mi viaje al pasado, me disculpé por no haberla visto, de inmediato me levanté, y justo en ese instante Lucy, dejó la lectura y miró hacia mí.
—Jorge, ¿sos vos? ¡Cuántos años sin verte!
—Hola, muchos en verdad, casi tres décadas.
¿Qué fue de tu vida? Luego de aquella navidad no supe más de vos. —Me acerqué a ella tan nervioso como aquella tarde, un caballero de traje gris liberó el asiento a su lado me senté y comenzamos a charlar.
—Vivo en Estados Unidos, hace veinticinco años, mi carrera de periodista va bien allá, escribo una columna de arte en el Boston News.
Estuve tentado en preguntarle si estaba casada, pero algo dentro mío no quería escuchar una respuesta afirmativa, seguramente lo estaba, un anillo de oro brillaba en el dedo anular de su mano izquierda, que ella hacia girar mientras hablaba. Las estaciones iban pasando y cada vez mi destino empezaba acercarse.
Cuando llegamos a Callao ella se despidió.
—Esta es estación, me gusto verte.
Se levantó, y luego de saludarme con un beso en la mejilla bajó del vagón, por un instante tuve el impulso de ir tras ella, dejar mi vida atrás y empezar a vivir algo que no fue. El sonido que anunciaba que estaba el subte próximo arrancar lo envolvió todo, ella se frenó al salir, volteó y justo antes de que la puerta se cerrara delante suyo dijo:
—Fui al pub en año nuevo...

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